Los grupos de encuentro, desarrollados por Carl Rogers, tienen su fundamento en la idea de que los grupos se auto-dirigen y pueden desarrollar algo constructivo, sin la necesidad de un liderazgo directivo.
Se trata de encuentros vivenciales grupales donde se busca fomentar en un espacio de libertad: la empatía, la consideración positiva e incondicional y la autenticidad o congruencia, proporcionando un espacio seguro para la exploración personal y el intercambio significativo y que puede promover el crecimiento personal de los participantes.
Carl Rogers utilizó los grupos de encuentro para resolver diferencias, a veces muy grandes, entre grupos enfrentados en Sudáfrica, el Úlster, Europa del Este…
En la actualidad, aunque se siguen utilizando los grupos de encuentro con esta finalidad, se ha extendido su aplicación a todas aquellas personas que deseen vivir un encuentro interpersonal muy intenso y profundo.
El encuentro consiste en la reunión de un grupo de integrantes en una sesión intensiva de ocho horas de duración. No hay interrupciones a nivel de grupo, aunque a nivel individual cada persona puede hacer lo que le parezca más oportuno en cada momento. Los integrantes, con la ayuda de la facilitadora, van comunicándose a un nivel más profundo cada vez, llegando al final de la jornada a encontrarse con ese radical profundo e intransferible que somos cada persona.
Eso es el “encuentro”. Cada persona es única y diferente. Encontrarse con esa idiosincrasia y peculiaridad de la otra persona de una manera profunda es una experiencia realmente extraordinaria y es lo que se pretende con los grupos de encuentro.